Roma en tres días. Sábado

Sábado, 31 de Mayo.

A las 9.30, como habíamos quedado, estábamos en la recepción del hotel listas para ir a desayunar. (Sólo teníamos alojamiento. Diez euros por un desayuno que no ponían muy bien en los foros era como para pensárselo). Así que enfilamos hacia una pequeña cafetería que habíamos visto el día anterior cuando compramos los tickets del bus. Y allí que entramos las seis. Primer desayuno en Roma. Qué pedimos?. Pues tres colacaos, un descafeinado con leche y dos capuchinos. Tres croissant, dos bombas y un zumo. Lo normal.

Pues no. Primer problema. La camarera no ha oído hablar en su vida del Colacao. Pues entonces leche con cacao. Y nos mira como las vacas al tren. Y nos pregunta, “cacao?”. Y entonces las que le miramos como las vacas al tren somos nosotras. “Siiii. Cacao”. Afortunadamente sigue habiendo por el mundo almas caritativas que se apiadan de viajeros y nos topamos con una. Un amable cliente se nos acercó y se ofreció para ir traduciendo lo que queríamos. Qué alivio.

Y después de descubrir que los croissant no son croissant sino cornetos. De que éstos se pueden rellenar de nutella y que en vez de cacao es mejor pedir leche con “chocolato”… dimos por finalizado el desayuno. Total unos 12 euros.

Hora de empezar el “tour” de hoy. Vaticano, Castelo de San Gordi, Piazza Navona, Iglesia de San Ignacio, Piazza Venecia, Fontana di Trevi, Piazza de Spagna y Piazza del Popolo. Una cosa es “querer” y otra muy diferente llegar a hacerlo.

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El Vaticano

Cogemos el tranvía 19 que nos dejará en Vaticano. Esta vez tampoco validamos los tickets, que son los que compramos anoche. Tampoco es necesario preguntar a nadie dónde está la parada; es la última del trayecto. Llegamos. No hay pérdida. Sólo hay que seguir a la gente. Tomamos la Via della Concillazione. Curiosa calle. Aquí se mezcla todo. Puestos ambulantes, puestos de gelattos y bebidas, hindús vendiendo sus muñequitos y linternas láxer, grupos de visitas guiadas siguiendo a su banderita de color, top mantas, guías ofreciéndote sus servicios, algún tullido y la monjita anciana que se para donde él y se pone a rezar una oración… (Real como la vida misma).

Nos dejamos engullir por el ambiente y acabamos comprando a un hindú, no sin antes regatear,  los muñequitos que vende. Para los niños. Parecen divertidos. Son de gel, los tiras al suelo y a la vez que emiten un silbido… se espachurran. Sin pensármelo agarro uno y lo despanzurro contra el suelo. Por poco se le salenlos ojos de las órbitas al hindú!. Y yo me gano un grito de las otras cinco. “Pero cómo se te ocurre!. No ves que está metido en un plástico?”. Eso le salva al hindú.

Continuamos hacia la entrada del Vaticano pero nos aborda un joven iraní monísimo ofreciéndonos una visita guiada. Por 46 euros (cada una) nos ahorramos una cola de casi tres horas y entramos directamente a ver los museos del Vaticano y la Capilla Sixtina. Nos convence. Nuestra guía es una wikipedia con patas. Dos horas explicándonos la historia del Vaticano, sus museos, sus jardines y sobretodo la Capilla Sixtina. Qué mala baba tenía el tal Miguel Angel. Y vengativo que era!. Termina la visita. Recomendada 100%.

Continuamos la visita al Vaticano por nuestra cuenta. Basílica, donde admiramos la Piedad de Miguel Angel y la Piazza de San Pietro. Desistimos de subir a la cúpula. Es tarde y hay cola. Sí que intentamos buscar el “centro del colonato”, punto desde el que se pueden ver todas las columnas de la plaza alineadas. Imposible con tantísima gente.

Empieza a caer alguna gota y amenaza tormenta. Hay que buscar un sitio para comer. Una señorita nos ofrece un menú por 8 euros. Como es tarde y no tenemos ganas de seguir pateando, lo aceptamos. Nos lleva hasta el restaurante, La Romanella. Todo el servicio es hindú. Yo pido unos carbonara y una ensalada. No hay demasiadas opciones. Esperamos a que nos sirvan. Para hacer más llevadera la espera, probamos uno de los muñequitos que se despanzurran. Qué raro, esto no parece que lleve ningún silbato. Lo sacamos del plástico y probamos a lanzarlo contra el suelo. Nada. No “chifla”. Dale más fuerte, a ver. Tampoco. Timo confirmado. El silbato lo llevan los vendedores dentro de la boca. Es el reclamo. Y seguimos esperando. En el restaurante nosotros y otra mesa. En la terraza tampoco demasiada gente. Cuento hasta cuatro camareros. Por fin llega la comida. Mis carbonara con un tono amarillo que me hace sospechar que de carbonara tiene sólo el nombre. Y no me equivoco. Como hay hambre nos lo comemos sin más miramientos. Pedimos la cuenta. Los 48 euros de los seis menús se han convertido en 73 euros. Había que añadir el pan, la bebida y un 15% del servicio. Una estafa en toda regla. Como la de los muñequitos del hindú.

Mapa en mano seguimos con la ruta. Siguiente destino Fontana di Trevi. Pero primero pasamos por el Castelo de San Angelo y su puente peatonal. De ahí tomamos la Via dei Coronali. Preciosa. Es conocida como “la calle de los anticuarios”. Quizás de los lugares que más me han gustado de Roma. Llena de rincones sorprendentes y pequeños detalles.

Nos acerca a la Piazza Navona. Barroca y rectangular, con sus tres fuentes. La más conocida la que está en el centro, la Fuente de los cuatro ríos, de Bernini. Mientras unas aprovechan para comprar regalos en una juguetería  que hay a la entrada a la plaza, otras nos damos una vuelta por ésta. La bordean casas con las fachadas llenas de flores, artistas pintando cuadros, gente sentada en las cafeterías…Salen de la juguetería. No hay tiempo para ver más de la plaza. Me quedo con ganas de disfrutarla mucho más. Otra vez será.

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Fontana di Trevi

Continuamos callejeando en busca de la Fontana. Parece que se resiste a aparecer. Por fin, en una calle, empezamos a oír el ruido del agua. Estamos cerca. Y de repente allí aparece. Enorme. Grandiosa. Encajonada. Abarrotada de gente.  He leído que las fotos salen muy bien desde el lado derecho. De frente es imposible!. Y tienen razón. No sale  nada mal la foto. Y no salen cabezas. Ahora hay que intentar bajar y cumplir con la tradición. Tirar la monedita para regresar. Lo conseguimos. De nuevo se nos acerca un hindú, cámara polaroid en ristre, ofreciéndose a hacernos una foto.

Dejamos la Fontana di Trevi . Siguiente objetivo Piazza di Spagna. Volvemos a tirar de mapa para encontrar la famosa plaza. La Columna de la Inmaculada Concepción y la Embajada de España nos indican que hemos llegado. Y ésto es la tan afamada Piazza de Spagna?. Las escaleras apenas se ven de la cantidad de gente que hay sentada. La Fuente de la Barcaza, de Bernini, en obras y cubierta por una especie de vitrina. La Iglesia de Trinitá dei Monti, allá en las alturas, con la fachada cubierta de andamios. Buscamos un hueco y conseguimos sentarnos en las escaleras, más por cansancio que por otra cosa,  y hacernos alguna foto de recuerdo.

A pesar de los 135 peldaños irregulares y de los andamios de la iglesia, decidimos subir hasta arriba, a ver la iglesia. Las vistas de Roma atardeciendo no tienen desperdicio desde aquí. Todo sería perfecto si no te encontraras a cada paso un hindú que te quiere vender una rosa, un bolso, el muñeco que se espanzurra y “chifla” (ya no nos engaña) o el sombrero de turno.

Entramos en la iglesia. Encendemos una velita. En memoria del tio Gervasio. Nos sentamos en uno de sus bancos. Paz. Tranquilidad. Y de repente… suena una flauta travesera. Tenemos la suerte de disfrutar de un mini concierto ofrecido por un par de monjas, allí, en la propia iglesia.

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Atardecer en Roma

Salimos y volvemos a bajar hasta la plaza. Se está haciendo tarde. Antes de pensar en cenar algo nos acercamos hasta el Café el Greco. Lugar pintoresco de hace más de 250 años. Lo vemos según pasamos. Un camarero, cuadrado en la puerta, nos disuade de entrar. Ahí te tienen que cobrar hasta por respirar… mejor nos tomamos algo en uno de enfrente.

La hora de regresar al hotel se va acercando. Pero antes un paseo por la Via Condotti, una de las más caras de Roma. Lógicamente, todo cerrado. Casi mejor. No vaya a ser que alguna se enajene y luego tenga que arrepentirse.

Y como el hambre empieza a apretar decidimos probar la “pizza al taglio” en un Tavola Calda cercano a la Piazza. Igual en otros está más buena. Aquí, grasienta y pesada. Aún así, nos comemos todos los trozos sentadas en una pequeña plaza y con una gaviota como comensal espontaneo.

Ahora sí. Ya hay que regresar al hotel. Esta vez ni nos planteamos  buscar la parada del bus. Un par de taxis y en menos de un cuarto de hora estamos en la puerta del hotel. Antes de subir a las habitaciones, unos capuchinos y alguna birra picola en la cafetería del hotel. Es el momento de  conectamos al mundo para hablar con las familias, de enviarles guasap o de recibir noticias.

Volvemos a quedar para mañana. A la misma hora y en el mismo sitio.

Mariarka

Mi profesión. Profesora vocacional. Mi trabajo (cuando lo tengo). Formadora de cursos de informática. Y en los ratos libres, devoradora de libros, fotógrafa de recuerdos y vistas, organizadora de eventos familiares, incondicional de las reuniones con amigos y aficionada a descubrir nuevos rincones y lugares, cercanos y lejanos.