Soria. Ni te la imaginas!! (I)

Y es cierto. Ni te imaginas la cantidad de cosas sorprendentes que te puedes encontrar en Soria. Y eso que sólo hemos visto una parte ínfima de Soria. Desde la conocida Laguna Negra pasando por Necrópolis Medievales, nacimiento de ríos, acuíferos insoldables,  pueblos de casonas de piedra y balcones enrejados, enormes bloques de piedra moldeados caprichosamente por la naturaleza y hasta una playa!!!.

Pero empecemos por el principio. Arrancamos el coche a las 7.40 de la mañana, con buena temperatura. Teníamos por delante casi tres horas antes de llegar a La Laguna Negra. Nuestra GPSa nos lleva dirección Logroño. En la autopista hacemos una parada para desayunar. Dos cafés, dos pastelitos de manzana y casi 9 euracos menos en el bolsillo. Continuamos viaje y la GPSa nos avisa que tenemos que salirnos en la “salida 12” dirección Soria. Dejamos la autopista. Nos esperan un porrón de kilómetros por carretera nacional. O comarcal. O forestal. Porque el paisaje es precioso pero la carretera… deja mucho que desear. (Seguro que hay otra forma de llegar, pero últimamente tenemos a la GPSa en plan aventurero y con cierta predilección por los caminos de dudoso asfaltado).

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La Laguna Negra

Por fin llegamos a las inmediaciones de la Laguna Negra. Nos topamos con el parking donde hay que dejar el coche pago previo de 4 euros. Luego, si no quieres subir los 2 km andando  hasta llegar a la laguna, puedes coger un bus que por 1,20 euros te sube y te baja. Pues allí no hay nadie. Un solo coche aparcado. Ni guarda, ni bus, ni nadie. Por si acaso aparcamos, hasta que vemos que un coche sube hacia la laguna. “Donde fueres haz lo que vieres” reza un refrán. Y como somos muy de obedecer a los refranes… montamos de nuevo en el coche y les seguimos. Esto es otra cosa. Aquí sí que hay más coches aparcados. No estamos solos. Una pena. Pero bueno… tampoco hay demasiada gente. De aquí hasta asomarnos a la laguna hay un pequeño repechito andando.

Subimos las últimas escaleras y … allí está la laguna… verde. Para ser más exacto, verde esmeralda. Lo único negro que hay, y tampoco, son las paredes verticales que la rodean. Aún así, y a pesar de que el color no era el esperado, la laguna no defrauda. El sitio es precioso y tranquilo. La bordeamos, tocamos el agua y nos hacemos cientos y cientos de fotos. Para el recuerdo.

Cuando estamos ya por irnos vemos un cartel indicando “Senda del Portillo”. A mí me suena que he leído algo sobre esta senda… Ya que estamos, vamos a ver dónde nos lleva. Primer problema. Aquí llaman senda a cualquier cosa. La senda en cuestión es un “camino de cabras” entre riscos hacia las alturas, marcado con pintura roja en algunas piedras. El espíritu Juanito Oyarzabal le invade al otro. Pues ala, tira “parriba” que si jovenzuelos y personas que hace ya mucho pintan canas han subido…  yo no voy a ser menos.  Ya veremos cómo bajamos luego… Y allá que subimos.

Y merece la pena, a pesar del caminito. No llegamos hasta la cima pero casi. Nos paramos en un mirador natural que hay. La vista desde allí, si no tienes mucho vértigo, es impresionante. Ahora sí que vemos la Laguna Negra en todo su esplendor  y en toda su extensión. Inmortalizamos el momento y nos disponemos a bajar. Segundo problema. Como des un mal paso vas de morros hacia abajo y en caída libre. Así que hay que ir con cuidado, mirando dónde pones los pies y procurando no resbalar con las piedrecillas que hay sueltas. Lo mejor va a ser bajar medio arrastrando el culo. Y por fin llegamos abajo. Inevitable mirar de nuevo hacia arriba, para ver hasta dónde hemos subido. Coño!. Pues sí que hemos subido… pero vaya si ha merecido la pena!!.

Abandonamos la laguna justo en el preciso momento que llega un autobús y desembarca una tropa de dicharacheros y alborotados jubilados. Por los pelos!. Cogemos el coche y nos dirigimos a Vinuesa, a nuestro hotel. Hostal Rural Santa Inés.

En menos de 15 minutos estamos en Vinuesa. Ahora a buscar el hostal. Nos recorremos el pueblo de lado a lado. Varios hoteles, hostales y casas rurales en al borde de la carretera, pero del nuestro ni rastro. Al final paramos en la oficina de turismo para preguntar por él y ya de paso nos den información del pueblo y la zona. Nos indican que el hotel está justo en el desvío que hay a la entrada del pueblo, siguiendo los carteles de “Casa del bosque”. La información sobre el pueblo y los alrededores se limita a un folleto del pueblo y un mapa de la zona. Punto y pelota. Ni tan siquiera el ” … de dónde sois?” para hacer las estadística.

Por fin llegamos al hotel. Sacamos la maleta del coche y hacemos el check in. Subimos a la habitación, que tiene  vistas al jardín. Un vistazo rápido para ver cómo es el hotel y volvemos a bajar. Nos está esperando Julio, el dueño. Nos pregunta qué tenemos pensado visitar y le explicamos el plan. “Eso está muy bien, pero… es poco. Ya os voy a indicar yo lo que podéis ver”. Este hombre me encanta. Es de los míos!. Y nos hace la ruta para toda la tarde: “Castroviejo, Lagunas de Neyla, Necrópolis de Arlanza y de regreso visitáis los pueblos de Salduero y Molinos del Duero. Y luego, para relajaros, os acercáis hasta la playa y os tomáis algo tranquilamente en el bar que hay ahí.”. He oído bien?. Ha dicho que nos acerquemos hasta la playa?.

Pero antes de comenzar la ruta, le pedimos que nos aconseje sobre algún lugar donde comer, que son ya las dos de la tarde y empieza a haber hambre. Nos recomienda un restaurante pequeñito que hay en el pueblo. La Corte de los Pinares. 16 euros el menú del día, iva incluido. Y no nos defrauda. Los pimientos del piquillo rellenos de bacalao se deshacen en la boca y el flan de nata y queso da pena que se acabe!. Para rematar un cortadito, corto de café. Muy bueno. Y además, la chica que nos atiende majísima y muy atenta.

Ahora sí. Empezamos la ruta que nos ha marcado Julio. Primer destino Castroviejo. Para ello le indicamos a nuestra GPSa dirección Duruelo. Enseguida vemos las indicaciones a Castroviejo y después de unos poco kilómetros por una pista forestal, bien asfaltada,  entre pinos y cruzada varias veces por el recíen nacido rio Duero, llegamos. Y lo que nos encontramos es una explanada con mesas, barbacoas y fuentes. Todo rodeado de gran cantidad de pinos, algún arroyo y abundante vegetación. Pero lo que hace realmente sorprendente el lugar es, sin duda, las grandes moles de rocas que salpican el paisaje. Algunas colosales. Paseamos entre ellas. No damos a basto con la cámara de fotos!!. Y al final, un mirador sobre la sierra y sus pueblos. Magnífico!. Daba pena abandonar el lugar, pero… había que continuar con la ruta. Próximo destino, la Necrópolis de Arlanza.

He leído que se trata  de un lugar sorprendente y de gran valor arqueológico. Le indicamos a nuestra GPSa que nos llevara hasta Quintanar de la Sierra. Antes de llegar al pueblo encontramos las indicaciones para ir hacia la Necrópolis. La zona debe de estar plagada de estas tumbas, pero nosotros visitamos la que está cerca de una pequeña iglesia y de un albergue. Pegadita a un parque infantil. (A quién se le ocurre poner un parque infantil al lado de un cementerio!, por muy medieval que sea). Nos cuesta un poco encontrarlas pero al final las vemos. Están escavadas en unos promontorios rocosos y lo que sorprende realmente es ver la cantidad de ellas que hay. Y de todos los tamaños, aunque abundan las de menor tamaño,  las de niños. Damos  un paseo entre ellas, saltando de roca en roca y nuevamente, como buenos turistas, unas cuantas fotos, esta vez no demasiadas… no vaya a ser que los espíritus que deben vagar por la zona se molesten… bueno, por eso y  porque se iban acercando hacia ellas un grupo de dicharacheros y alborotados jubilados!. Los mismos de la Laguna Negra!. Así que damos por finalizada la visita.

Siguiente destino marcado en nuestra ruta, las Lagunas de Neyla. Pero decidimos que es demasiada naturaleza seguida para nuestros ojos urbanitas, así que ponemos rumbo hacia Salduero primero y luego Molinos del Duero. Dos pueblos pinarenses  de calles empedradas, de casas de piedra, con escudos en sus fachadas y con balcones enrejados unos y otros repletos de flores y donde parece que el tiempo no tiene ninguna prisa por pasar. Un paseo relajante y tranquilo por sus calles, cámara en ristre, y vuelta al coche.

Y de ahí, a la playa. O al menos eso es lo que nos ha recomendado Julio. La expectación, máxima. Una playa en Soria?. Este se nos ha venido arriba y se le ha ido la cabeza!. Pero bueno… que no sea por no darle gusto al hombre. Esta vez tomamos dirección a Abejar y poco antes de llegar al pueblo, a mano derecha, vemos una señal, como las que te puedes encontrar en cualquier lugar de la costa, con su dibujito característico de sombrilla y agua, que pone “Playa Pita“. Anda, que va a tener razón el hombre y en Soria sí hay playa, vaya, vaya!!!. Tomamos dirección a la playa y al poco de adentrarnos en una carretera entre pinos… llegamos a la playa!. Tal cual. Sorprendente. El sitio precioso. Arena blanca y fina. Con un pinar detrás. Dos parejas aún tomando los últimos rayos de sol. Otro metido en el agua!. Y en plena temporada de verano tienen hasta duchas, socorrista, pedalonas, etc… Es todo tan sorprendente que por un instante se te olvida que lo que estás viendo es un embalse. Pero un señor embalse!. El slogan de “Soria. Ni te la imaginas”, empieza a tener sentido. Para terminar de disfrutar el día, tal y como nos ha prometido Julio, nos tomamos un refresco y un cortadito, corto de café, en la terraza de madera del bar que hay allí mismo. Música de fondo y con unas estupendas vistas. El paraíso se tiene que parecer a esto seguro!!.

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Playa Pita

De ahí ya poco. Vuelta a Vinuesa. Ducha, cena y a la cama. Mañana nos esperan más visitas.

Mariarka

Mi profesión. Profesora vocacional. Mi trabajo (cuando lo tengo). Formadora de cursos de informática. Y en los ratos libres, devoradora de libros, fotógrafa de recuerdos y vistas, organizadora de eventos familiares, incondicional de las reuniones con amigos y aficionada a descubrir nuevos rincones y lugares, cercanos y lejanos.