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    Categories: Viajes

Sesimbra: Azul, blanco y rojo

Después de casi 10 horas de viaje con sus correspondientes paradas, tal y como recomienda la DGT y el sentido común, por fín llegamos a Sesimbra que nos recibe con 31º , una hora menos y un fuerte viento. Con nuestra GPSa no es difícil encontrar la dirección del apartamento que tenemos alquilado (con Rentalia). La primera impresión es muy buena. Verja de hierro para acceder a la urbanización y custodiada por un amable y simpático guarda. Nuestro portal está casi al final de la ancha calle. Es un tercero con ascensor panorámico. El arrendatario nos espera para enseñárnoslo antes de instalarnos definitivamente. De nuevo nos sorprende la amplitud, la luz que tiene y las vistas al Castelo y a la playa desde la amplia terraza. Después de indicarnos dónde tenemos las cosas y cómo funcionan vamos a lo importante. La piscina y las pistas de tenis.

Las pistas de tenis apenas las pisamos en la semana que estamos. La piscina es otra cosa. Se accede a ella después de subir unas cuantas escaleras y atravesar una pequeña verja. Dos piscinas, una grande y otra para los pequeños, situadas a diferente nivel y alimentadas por un chorro continuo nos reciben. Alrededor, las hamacas y un pequeño jardín con escaleras que descienden a un nivel inferior. Las vistas desde la piscina son a la playa y al atlántico. Lo mejor de todo, la brisa continua que corre. Lo peor, la temperatura del agua de la piscina. Pero aún así y todo, nos bañamos. Que somos del cantábrico!. Los cinco primeros minutos es un tormento. Es como si te estuvieran clavando alfileres a medida que vas entrando pero una vez que se te ha congelado toda parte del cuerpo sumergida… la cosa va mejor. Ya no notas nada y puedes “disfrutar” de un placentero baño. Hasta que decides salirte. Y la agradable brisa de hacía unos minutos se convierte en un gélido viento huracanado.

Pero una semana pasa rápida y no podemos desaprovecharla pasando el día en la piscina. Así que no queda otra que alternar baños de sol con visitas, cercanas o lejanas. Nos organizamos y los días que nos quedamos en la piscina aprovechamos también para conocer Sesimbra y sus alrededores.

Sesimbra es un pueblo costero que antiguamente estuvo protegido de ataques y saqueos por una Fortaleza convertida hoy en día en espacio cultural y a la que puedes acceder y sentarte en su terraza al aire libre y tomarte un cafecito disfrutando de las vistas al Atlántico. También, dentro de ella está la oficina de turismo. Y en las alturas… el “Castelo”, de origen musulmán y del que hoy en día solo queda la muralla.  Lo mejor, que es un magnífico mirador desde el que podemos ver Sesimbra, la bahia y parte de la sierra de Arrábida. Y que no estaba masificada. Puedes recorrer la muralla tranquilamente y a tu ritmo (y además la entrada es libre). Y dentro de su muralla una pequeña iglesia. De aspecto sencillo y fachada blanca, por supuesto, pero que sorprende al entrar y encontrarte con sus paredes revestidas de azulejos del siglo XVIII. Preciosa.

Iglesia de Santa María

Pero si tendría que describir a Sesimbra diría que es azul, blanca y roja. Como casi toda la zona. El azul intenso de su cielo y su mar, el blanco de sus casas y el rojo de sus tejados. Dejando colores a parte, Sesimbra es un pueblo turístico, no excesivamente grande,  con callejuelas que suben y bajan hacia la playa. Con estrechos callejones donde se improvisan terrazas al aire libre, donde comerse una buena cataplana de marisco o un pescadito hecho en las brasas, al momento y al lado tuyo. O hacer cola esperando a que te asen unas sardinitas para llevártelas a casa.

Sesimbra también tiene una playa larga y estrecha, que desde primera hora de la mañana está llena, a rebosar. Y en el paseo que bordea a la playa nos encontramos más restaurantes cuyo plato principal sigue siendo el marisco y el pescado. Nosotros nos aventuramos a cenar en uno de ellos y la experiencia no fue todo lo buena que esperábamos. Tal vez, en otra ocasión, podamos probar en los del centro de Sesimbra…

Atardecer en Sesimbra

Y por último… algo con lo que yo he venido encantada. El café, aparte de estar bueno, es barato. Un garoto (el cortado de toda la vida) lo hemos llegado a pagar a 0,65 euros. Y el café con leche a 0.90 euros. Y eso que te aplican un 23% de IVA!. En general la alimentación nos ha parecido barata.

La gasolina ya es otro cantar. Aunque si tienes paciencia y buscas un poco puedes ahorrarte unos cuantos céntimos entre una gasolinera y otra. Por la zona de Sesimbra está la cadena “Pingo doce”, algo así como Eroski, que tiene su propia gasolinera. Aquí el diesel (que es lo que consume nuestro coche) estaba a 1,26 euros que si lo comparamos con los 1,39 euros que anunciaban en otras gasolineras, no está nada mal. Otra cadena de supermercados que debe tener también buenos precios en gasolina es “Intermaché”.

Y ahora… con el estómago lleno, habiendo disfrutado de un “garoto” con vistas al Atlántico y con el depósito ya lleno…nos ponemos en marcha a conocer destinos algo más lejanos…

Mariarka :Mi profesión. Profesora vocacional. Mi trabajo (cuando lo tengo). Formadora de cursos de informática. Y en los ratos libres, devoradora de libros, fotógrafa de recuerdos y vistas, organizadora de eventos familiares, incondicional de las reuniones con amigos y aficionada a descubrir nuevos rincones y lugares, cercanos y lejanos.