De paseo por Las Merindades

Hace tiempo que teníamos pensado visitar Orbaneja del Castillo y el otro día, al ver un reportaje del pueblo y su cascada en la televisión, volvimos a plantearnos una pequeña excursión hasta allí. Además, ahora es un buen momento. Ha habido lluvias hasta hace bien poco y los montes están con el deshielo, lo que quiere decir que las cascadas tienen que estar a pleno rendimiento!.

Así que organizamos una salida. Por supuesto, en nuestro itinerario no estará sólo Orbaneja. Nos pilla de paso la comarca de Las Merindades, también en Burgos.

“…fértiles valles, caudalosos ríos y bosques tupidos. Estrechos desfiladeros, descomunales cañones y misteriosas cuevas. Todo ello conforman el paisaje de Las Merindades. La comarca más verde y fresca de Burgos”.

Con semejante descripción de Las Merindades, quién se resiste a conocerlas!!.

Con Google por un lado y Google maps por el otro, vamos conformando el itinerario. Puentedey, Crespos, Tudanca, Pesquera de Ebro, Orbaneja del Castillo y Covanera. Y de ahí vuelta a casa. Yo creo que suficiente para pasar el día.

Quedamos con unos amigos un domingo a las diez. La mañana, soleada y fría. Y eso que es ya mayo. Cinco minutos antes de la hora estamos ya los cuatro montados en el coche. Le indicamos a nuestra GPSa que nos lleve hasta Puentedey. Hasta allí tenemos casi una hora y media desde Bilbao. Vamos dejando atrás Balmaseda, Villasana de Mena, Bercedo, Villarcayo…

Y de repente, tras una curva, aparece Puentedey. Inconfundible. Su puente natural, y seña de identidad, nos da la bienvenida.

Google me cuenta que sus antiguos pobladores atribuían el arco natural de piedra a una obra divina y que lo llamaron Puente de Dios. Pero con el tiempo, el toponimio derivó en Puentedy.

Aparcamos. Cerca hay un pequeño mercado de flores. También venden algo de fruta y miel. Bajamos hasta la orilla del rio Nela y atravesamos su puente. Mirando el caudal que lleva el río y las dimensiones del puente parece mentira que la erosión de sus aguas hayan sido capaz de semejante maravilla.

Sobre el puente, la iglesia y unas casas. Algunas desafiando al vacío. Volvemos sobre nuestros pasos. A la entrada hemos visto un cartel que lleva a la cascada de La Mea. No estaba en el “planing”, pero ya que estamos… Preguntamos a un lugareño por su situación. Nos dice que está a un kilómetro de distancia, en dirección a Quintanilla de Valdebodres. Y nos vamos para allí.

Hay que tener cuidado de no pasársela. No está muy bien indicada. Unos coches aparcados en un pequeño parking de tierra a mano izquierda nos indican que hemos llegado. De ahí hasta la cascada hay unos 270 metros de pequeña subida. A patita. Pero merece la pena. Subimos siguiendo el curso de un pequeño riachuelo. De vez en cuando, algún pozillo de agua turquesa. Trasparente. No nos resistimos a meter la mano en el agua. Está helada!. Seguimos subiendo rodeados de fresnos, chopos, arces…

 Llegamos a ella. Una piedra en forma de menhir nos indica que estamos en la cascada de La Mea. Estamos de suerte. El agua caída durante este invierno y primavera nos permiten contemplarla. En verano, imposible ver caer ni una gota!.

Pasamos por detrás de la cascada. Nos subimos a una roca situada frente a ella. Hacemos la foto de rigor. Y vuelta al coche, a seguir nuestro camino hacia Orbaneja. Pero antes, unos cafecitos en Puentedey. En el bar Vitorino o algo así. Tiene unas mesas a la entrada, en la calle. Y allí nos aposentamos. Dentro, la tele nos dice que Athletic va perdiendo por un gol frente al Celta.

Continuamos con la ruta. Esta vez le decimos a nuestra GPSa que nos lleve hasta Crespos. Google me ha dicho que allí hay una iglesia románica que está considerada una de las más antiguas de la provincia de Burgos.

Desde Puentedey  tenemos unos 40 minutos. Y una carretera comarcal. Pasamos por Soncillo, donde tomamos el desvío hacia Crespos. El paisaje una maravilla para la vista. Estamos entrando en el Valle de Manzanedo. Allí está Crespos. Rodeado de prados y bosques.

Es una aldea muy pequeñita. Apenas media docena de casas. Muy cuidadas. Al parecer, era uno de los pueblos abandonados de Burgos, pero se está recuperando. Y sus vecinos lo cuidan con mimo. Las calles no están asfaltadas. Un manto verde las cubre en su mayoría. Y ahora, con la primavera, lucen espectaculares.

La pequeña iglesia románica, de la primera mitad del S.XII, está situada sobre una ladera. Está abierta. Es realmente pequeña. Dentro se venera a la Virgen del Rosario.

Entramos. Hay un pequeño altar con la imagen de la Virgen. Tres filas de bancos y unas escaleras de piedra, desgastadas por el uso, que suben al coro.

De nuevo en la calle. Buscamos al exhibicionista masculino que hay entre su decoración junto a animales, arpías, etc…

Un pequeño paseo por la aldea y de nuevo al coche. En la radio oímos que el Athletic ha conseguido empatar. Siguiente parada, Tudanca. A poco menos de  20 minutos. Situado en el Valle de Zamanzas, antes de que el Ebro se interne en el desfiladero de Los Tornos.

Llegamos. La vista es impresionante. Uno de los entornos más espectaculares de la zona. Tudanca está situado en un meandro del rio Ebro y al pie del desfiladero de Los Tornos. Por mi, que se pare el mundo, que yo me bajo y me quedo aquí. Qué bonito!.

Aparcamos el coche junto a la orilla del Ebro. Un par de vacas con sus terneros y un caballo blanco que pastan en una amplia y floreada campa junto a algunas gallinas que les acompañan, son nuestro comité de bienvenida.

Cogemos las mochilas con los bocadillos. Seguimos el curso del Ebro hasta llegar a un curioso puente que lo atraviesa. Pasamos a la otra orilla. Sería un buen sitio para comer si no fuera por el viento que sopla.

Volvemos hacia atrás. Justo antes de cruzar el puente hemos visto unas mesas. Pero están a la sombra. Y con el frio que hace apetece más sol. Improvisamos un comedor en unas piedras grandes que hay al lado. Al solcito. Sacamos los bocadillos y… a disfrutar!!. Ruido de las aguas y canto de algún pajarillo. Se puede pedir más?.

Finalizamos con postre, café y chupito que nos tomamos en la Asociación Amigos de Tudanca. Sentados en el porche. Saboreando el paisaje.

Pero hay que continuar. Siguiente parada, Pesquera de Ebro. A poco más de 10 minutos. Allí queremos ver su “espectacular” puente sobre el rio Ebro. El paisaje sigue siendo increíble.

Pero antes de llegar a Pesquera de Ebro, nos topamos con un mirador que se asoma al cañon del rio Ebro. No apto para gente con vértigo. 200 metros nos separan de sus aguas. Pero bien merece la pena hacer el esfuerzo y asomarse. Se te encoje el alma (y alguna que otra cosa más) ante semejante vista.

De nuevo en el coche seguimos camino hacia Pesquera de Ebro, en el Valle de Sedano. En pocos minutos divisamos su puente sobre el Ebro. No está mal. Pero me esperaba algo más “espectacular”. O tal vez aún llevamos en la retina las imágenes de Tudanca y las del Cañon del rio Ebro.

Aparcamos en el parking de uno de los restaurantes que hay en el pueblo. Y recorremos el pueblo, buscando las casas con blasones. No hay tantas como yo pensaba. Pero los que hay son de los siglos XVII y XVIII. Incluso hay uno con una curiosa inscripción que hace que nuestra imaginación divague un poco…

Iesjus maría. Esta es casa de placer. I la gente de alegria. Ave Maria. Año 1712

Y ahora sí. Nos vamos hacia Orbaneja del Castillo. Excusa por la que hemos hecho esta pequeña ruta. Continuamos por carreteras comarcales. En poco más de 20 minutos llegamos. Nosotros y medio país. Esto está abarrotado de coches aparcados en la cuneta. Y aún falta más de un kilómetro para llegar!. Nosotros, valientes, continuamos carretera adelante. Algún sitio habrá algo más cercano!. Son casi las cinco de la tarde y tenemos la esperanza de que la gente se esté marchando ya. Y lo están haciendo. Montando un tremendo atasco queriendo salir de ahí. No queda más remedio que aparcar. Y andar un poco.

Enseguida llegamos al pie de la cascada. Espectacular. A pesar de la cantidad de gente que hay.

Orbaneja del Castillo está enclavado en el Valle de Sedano (dejamos atrás ya la comarca de Las Merindades). Declarado conjunto artístico desde 1993, en una época convivieron juntos judíos, moriscos y cristianos.

Pero si por algo llama la atención Orbaneja es por su cascada, que se precipita desde las mismas casas del pueblo.

Llegados a este punto, la cámara de fotos echa ya humo. Y la del móvil también. La imagen de la cascada es realmente bonita.

Por un lado de la cascada, subimos unas escaleras hacia el pueblo. De ahí surge la cascada. O mejor el arroyo que previamente cruza el pueblo. De la Cueva del Agua. Decidimos entrar. 1,50 € bien merecen la pena. Al fondo, encontramos un riachuelo que enseguida se mete por las rocas para luego aparecer fuera, en la calle.

Vista la cueva ya podemos buscar una terracita para tomarnos un café. Pero antes, hay que localizar a los dos camellos besándose y al mapa de Africa.

Localizados!. Ahora si. A por los cafés. Nos los tomamos tranquilamente sentados en una de las terrazas que hay por el pueblo. Antes de irnos, las últimas fotos de Orbaneja y su cascada.

Va siendo hora de regresar a casa, pero antes… una última visita. Covanera. Allí está el llamado “Pozo azul“. Dice Google que es ” una poza con una profundidad de 9 metros y que su interior da a una galería o sifón de 700 metros de longitud x 21 metros de profundidad para dejar paso a una galería aérea de 300 de longitud que se continúa por un segundo sifón de 4.020 metros de longitud y 71 de profundidad”.

Además, he leído que sus aguas son de un intenso color turquesa. Y total, estamos a 20 minutos!.

En Covanera está bien indicado cómo llegar hasta el Pozo azul. Dejamos el coche en el mismo Covanera. En un parking que hay al lado de la carretera. Y andando nos acercamos hasta el pozo. Apenas 300 metros siguiendo la senda del rio Rudrón.

Hombre, así, a lo lejos… turquesa, lo que se dice turquesa… más bien poco. Pero la zona está curiosa. Con la pared tan vertical. Tal vez, si lo vemos desde arriba… quizás logremos ver ese color azul…

Y desafiando el vértigo, allá que nos encaramamos. Con cuidado. Que no quisiera ser yo la que probase sus aguas. Que he leído que son hielo puro.

Y efectivamente. Parece que desde aquí arriba sus aguas si parecen más azules. No turquesas, pero azules. Ha merecido la pena.

Y ahora sí. Son ya las ocho de la tarde. Hora de regresar a Bilbao. Tenemos por delante dos horas de camino. Nos volvemos encantados con los lugares que hemos visto. Y pensando en una nueva ruta. Y con la satisfacción de saber que nuestro equipo, el Athletic, ha ganado. Un día redondo!!.