Comillas. Algo más que el Capricho.

Cómo resistirse a una escapadita con el buen fin de semana que nos ha regalado este recién estrenado mes de Diciembre?. Yo, desde luego, no seré quien lo haga… Una que es muy blanda…

En mente, visitar Bárcena Mayor. Típico pueblo cántabro que luce con orgullo ser uno de los pueblos más antiguos de Cantabria. Y aunque ya lo visitamos hace unos cuantos años, es uno de esos pueblos a los que cada vez que vas descubres un nuevo rincón. He dicho “en mente”?. Pues ahí se quedará Barcena. En mi mente. Porque, como siempre, el destino se empeña en cambiarme los planes.

Antes de coger autovía hacia Santander tenemos que pasar por la casa familiar en Artzentales. Nos pilla de paso. Nos reciben con alegría desbordada Kirru y Luna. Un vistazo rápido para comprobar que todo está en orden y de vuelta al coche. Nuestra GPSa nos sugiere que continuemos por Karrantza. No le hacemos ni puñetero caso. Nos desviamos por Trucios y cuarenta y tantos kilómetros más adelante llegamos a Pontarrón donde cogemos la A8.

Miro el reloj. La una!!. Qué barbaridad cómo corren estas manecillas!!. Y la GPSa nos dice que hasta las tres no llegamos a Bárcena!!. Y eso sin comer!. Que entre que buscamos aparcamiento, nos decidimos por el restaurante, comemos.. nos han dado las cinco y adiós al sol!. Hay que replantearse el destino. Me viene a la cabeza Comillas. Yo creo que para las dos podemos estar allí. Cerca está el bosque de Secuoyas. Si tenemos tiempo, nos podríamos acercar a visitarlo también. Que me han dicho que es digno de ver.

Tenemos el día rebelde y de nuevo ignoramos las indicaciones del nuestra GPSa y nos salimos de la A8. Carretera nacional. Atravesamos Santillana del Mar. Abarrotada de gente. Cinco o seis kilómetros antes de llegar a Comillas pasamos por Cóbreces. Nos llama la atención un par de torres de ladrillo que se alzan en una pequeñísima colina. Preciosas. Pertenecen a la iglesia de San Pedro de Advíncula.  Pero ahí no acaba la sorpresa. Seguido, aparece  la abadía cisterciense de Santa María de Viaceli. En realidad, el pueblo no parece tener más cosas. Pero ambos monumentos nos llaman la atención como para pensar en visitarlo si no se nos va la tarde en Comillas. Y cerca, me ha parecido ver un desvío hacia un acantilado. Seguro que merece la pena asomarse!!.

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Detalle de ventanas

Llegamos a Comillas. Por un momento dudamos de si es Comillas donde estamos. Mira que hemos estado aquí unas cuantas veces y esto ni lo conocíamos!!. Hemos entrado por la zona de la playa y de su paseo marítimo y de su faro. Y dónde está el casco histórico?. Y el Capricho?. Al tun-tun tomamos una calle. Estamos de suerte. Nos lleva derechitos al centro de Comillas. Esto ya nos suena. Ahora a aparcar. Y aparcamos. Casi a la salida de Comillas. Cerca tenemos el Capricho. Pero son más de las dos de la tarde y lo prioritario es buscar un sitio para comer. Nos acercamos a la plaza principal. Llena de bares y restaurantes. En alguno habrá sitio seguro. Y empieza el peregrinaje por cada uno de ellos. “Hasta dentro de una hora no tenemos sitio libre”. “Lo siento, está todo completo”. “No. No tenemos nada libre”. Y así hasta el infinito y más allá… Probamos suerte en otro más antes de abandonar la plaza. Dentro lo tienen todo ocupado. Nos ofrecen una mesa en la terraza. A pleno sol. Que no es que caliente demasiado, pero calienta lo suyo. Aunque si no hay otra cosa… Pero de repente la chica que nos atiende se acuerda que quizás en la terraza de dentro tengamos una mesa libre. No da el sol. Y la aceptamos. Habrá que comer con las chamarras puestas, pero tampoco se está tan mal…

Tienen una carta con varias opciones. Bocatas. Hamburguesas. Platos combinados. Sandwiches. Raciones. Pero también tienen un menú del día por 12 euros, iva incluido. Nos decantamos por el menú. Que al menos tienen cocido calentito. Las raciones son generosas. Un cocido montañés, unas fabes y un risoto. Merluza a la cazuela y un par de filetes con salsa de queso y patatas. Y como colofón, una torrija con miel y nata y una tarta de chocolate con arándanos. Yo me pido un cortadito, corto de café, como siempre. Para no abusar… Está todo realmente bueno. Una buena elección el Restaurante Los Castaños. Y además, la chica que nos ha atendido muy amable y simpática, que se agradece.

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Playa de Comillas

Decidimos acercarnos hasta la zona de la playa. Que no conocemos. Y aunque tenemos una buena tirada desde el centro, lo hacemos a patita. Que nos viene muy bien para bajar la comida. Por el camino vemos el acceso al cementerio. Con su ángel blanco encaramado en lo alto, haciendo de guardián. Si no habría la cuesta que hay para llegar… igual nos hubiéramos acercado a visitarlo. Continuamos hacia la playa. Unas cuantas terrazas tienen vistas a la playa. Bajamos al paseo y nos acercamos hasta el puerto. Pequeñito. En un extremo, el faro. Alguna que otra ola se atreve a sobrepasar el muro. Mejor no nos acercamos, que la tarde se está echando encima y no es plan mojarse ahora. Nos asomamos al mar. Está algo cabreadillo. Relaja su visión y su tronar de olas. Y un pensamiento en alto. “Qué sentirá la gente que ve por primera vez el mar?”.

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Puerto de Comillas

Damos media vuelta. Hay que desandar lo andado y tenemos un buen trecho. Son casi ya las cinco y como nos descuidemos un poco la noche se nos presenta sin darnos cuenta. Pero aún hay tiempo para sentarnos en su plaza a tomar un cafecito y contemplar las casonas que la bordean. Apuramos el último sorbo de café al tiempo que la tarde apura su última hora de luz. Qué cortos que se hacen los días en invierno!!. Hora de coger el coche y regresar a casa.

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Un alto en el camino.

Salimos dirección Cabezón de la sal. Poco antes de llegar a Cabezón está el desvío para acceder al bosque de Secuoyas. No tiene pérdida. Es donde están aparcados en fila un montón de coches. Por la hora que es ya, no merece la pena parar. Apenas si queda luz para verlo. Un motivo más para regresar. Y para visitar Cóbreces y su abadía y su curiosa iglesia parroquial. Y quién sabe si, hasta para acercarnos a Bárcena…

Mariarka

Mi profesión. Profesora vocacional. Mi trabajo (cuando lo tengo). Formadora de cursos de informática. Y en los ratos libres, devoradora de libros, fotógrafa de recuerdos y vistas, organizadora de eventos familiares, incondicional de las reuniones con amigos y aficionada a descubrir nuevos rincones y lugares, cercanos y lejanos.